Para una buena parte de la sociedad, esta crisis que comenzó como un ciclo recesivo más, se ha convertido en una realidad brutal a la que ha que enfrentar cada día porque… no queda otra opción.
Familias que comienzan un proyecto de vida, familias compuestas por personas entre 25 y 35 años que comenzaron a finales de los 90 y recién salidos de la crisis del 92 – un juego de niños al lado de esta- sus vidas de adultos.
Los niños de la democracia los hijos de los primeros años de los 70 demasiado jóvenes para recordar la transición y sus complicaciones pero con conciencia íntegra de los gloriosos, libres y opulentos 80.
La década de los 80 convirtió a España en un destino atractivo para vivir, trabajar y construir para un buen número de personas entre los que se encontraban esos “hijos de la democracia” que habían vivido, unos mejor y otros peor, pero sin grandes dramas.
Colegio, universidad, trabajo, hipoteca, boda, hijos… trayectoria estándar de una sociedad en auge.
Hoy, esas familias, esos hijos de la democracia, con sus hijos un pequeños, en brazos, se tienen que enfrentar a la improvisación diaria, a la cuerda floja constante, a las pérdidas, a… los comedores de caridad.
Y nadie les enseñó a vivir sin dinero, ese es el problema al que se enfrenta la sociedad actual, los hijos de la democracia no vivieron la guerra civil como sus abuelos, ni la posguerra y su memoria histórica no puede ir mucho más atrás que el auge español.
Vivir sin dinero, vivir sin dinero exige mucho más que adaptación de hábitos a la nueva situación.
Vivir sin dinero exige un aprendizaje, rápido y sin posibilidad de ensayo y error, un aprendizaje que parte de lo más profundo del individuo, un aprendizaje y una adaptación, todo es transitorio, nada permanece y, la vida es incontrolable.
Sin duda el control de nuestras vidas es uno de los objetivos más perseguidos, esta situación que se vive en la sociedad española de hoy nos pone una realidad irreversible delante de nuestras narices, la vida no se controla.
Se dice por ahí que, no hay mal que 100 años dure, ni justicia que no llegue, pero… mientras se acaba el mal y mientras llega la justicia o la paz o el equilibrio de nuevo, hay que seguir, improvisando, adaptándonos y reinventándonos cada día.
Enseñando a nuestros hijos que la vida es una gran montaña rusa, unas veces estás arriba y otras abajo y hay que seguir avanzando con ella sea donde sea que te sitúe.
No hay recetas mágicas, ni soluciones inmediatas, no hay vuelta atrás, la situación anterior no volverá y lo único que nos queda es ir modificando la angustia, la depresión y el miedo que paraliza en apertura, esperanza y energía.
Todo cambia… así no nos vamos a quedar para siempre.
Foto: Flickr
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